Santificado
Sea Tu Nombre.
En
la oración modelo que nuestro Señor Jesucristo nos dejo dice en Lucas 11:2
“Jesús les dijo: “Cuando oren, digan “Padre, santificado sea tu nombre.”
Antes
de pensar sobre esta frase debemos aclarar que significa la palabra
santidad y de esta manera podremos
comprender que maravilloso es acércanos a Dios diciendo esta palabras con un
conocimiento pleno de delante de que
Dios nos estamos dirigiendo. Esto se debe que la palabra Santidad, Dios
es santo porque es puro, su naturaleza moral es así santo. En la mente de Dios
por decirlo de alguna manera no hay ni una sola mancha, ni arruga. Ese Padre es
así Santo, es lo que llamamos un carácter propio de su ser, todo el es
santidad, pureza, bondad, misericordia justicia. “Porque yo soy Jehová, que os
hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: Seréis, pues, Santos,
porque yo soy Santo.” Levítico 11:45
En
ninguna manera nosotros podemos darle a Dios santidad, todo lo contrario el
debe impartirnos esa santidad de la cual podemos gozar cuando el Espíritu Santo
viene a morar en nuestro corazón.
Después
de la caída en el Edén, donde el hombre
gozaba de una santidad plena, pero cuando habla con Satanás y se esconde de
Dios es porque ya la había perdido, ya tenía conciencia de lo que había hecho.
En esa rebelión contra los consejos santos es donde el hombre pierde esa
santidad que compartía con su creador. Un Ejemplo práctico si nosotros
compramos un producto como puede ser la harina cuatro ceros y vemos su blancura
y pureza, y decidimos que para que rinda más le agregamos otra de menor
calidad, le estamos quitando la pureza. Eso fue lo que le pasó al hombre perdió
su pureza, su santidad. Esa que compartía con su creador. Pero volviendo al
tema que estamos tratando es que ¿Cómo decimos santificado sea tu nombre sin
confundirnos y pensar que tenemos el poder para santificar el nombre de Dios?.
La palabra es muy clara en cuanto a la santidad de Dios.
Entonces,
santificar el nombre del Señor es reconocerle como el único santo quien merece
nuestra adoración, amor y servicio constante.
1.
Santificamos
al Señor dando testimonio de nuestra salvación, de lo que Dios ha hecho en
nuestras vidas, para los que nos vean y escuchen se maravillen en Él y conozcan
a Dios como Salvador.
2.
Santificamos
a Dios teniendo una buena conciencia, siendo de un mismo sentir dentro de las
iglesias, compasivo, misericordioso, en la práctica diaria de nuestro amor
fraternal.
3.
También
santificamos su nombre en nuestra vida diaria, en nuestro hogar, el trabajo y
donde quiera que nos encontremos.
Si
nuestra oración a Dios está acompañada de una actitud honesta de adoración,
alabanza y consagración a Él, estaremos en el tono correcto del espíritu de la
oración verdadera. Por tanto es de vital importancia que al comenzar nuestra
oración, demos gloria y honra a Dios, santificando su nombre, no tan solo de
labios, sino con un compromiso claro de vivir vidas consagradas y hacer su
santa voluntad.
Hermanos
Dios nos bendiga y ayude a poder decir cada mañana santificado sea tu nombre.
Mirta
Barolo.
Un
extracto del libro del pastor y teólogo nazareno Eduardo T. Aparicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario